miércoles, 9 de diciembre de 2009

El poder de las palabras


La oratoria política logró su máximo esplendor durante la II República.
El discurso era la única arma de los distintos líderes para llegar a las masas.
Manuel Azaña, en un multitudinario mitin en la plaza de Las Ventas de Madrid, el 28 de septiembre de 1930.
"En nombre de todo el Gobierno de la República española saluda al noble pueblo español una voz, la de su presidente".
Era el 14 de abril de 1931 y el que hablaba era Niceto Alcalá-Zamora, el recién nombrado presidente del Ejecutivo provisional de la II República. La trascendencia de la frase no se debe únicamente a su importancia histórica. Esas pocas palabras son un fiel reflejo del lenguaje literario y poético que sigue distinguiendo la oratoria política de la época republicana de cualquier otra característica de otros periodos de la historia española.
El ministro de Justicia del Gobierno provisional de la II República, Fernando de los Ríos; la responsable de prisiones de la época, Victoria Kent; o el entonces embajador español en Washington, Salvador de Madariaga, fueron algunos de los precursores de una nueva forma de hacer política, que intenta sacar el máximo rendimiento al poder de las palabras.
A principios de la década de 1930, la política deja de ser un fenómeno de minorías para convertirse en todo un acontecimiento de masas. Había que convencer y persuadir con la palabra como única arma.
Con la República llegó una nueva forma de hacer política desligada de los caciquismos de la Restauración. Esto provocó la sustitución de la clase política española tradicional por una generación más joven, pero mejor preparada intelectualmente.
Destaca la importancia del mitin, "en un momento en el que los medios de comunicación son menos potentes que en la actualidad". "Se juega con la escenografía, esencial para persuadir a las masas".
"Eran personas cultivadas desde el punto de vista literario, que además eran bastante poéticos, ya que conocían la poesía y el teatro, ambos artes muy importantes de la oratoria política del momento".
La "excepcional memoria" de los oradores de la época les permitía "estar enardeciendo a sus bases dando a la vez muestras de una capacidad de retención y de improvisación muy importante".
"Azaña tenía todas las cualidades y calidades de un orador excepcional", "Conocía numerosos recursos literarios y hacía gala de una excepcional capacidad para dibujar la palabra en su discurso".
Alejandro Lerroux, presidente de la República entre 1933 y 1935, "hizo un estudio estratégico de lo que significaba llegar a las masas y lo puso en práctica", lo hizo "trazando un camino a través de la demagogia y el populismo".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Qué quiere decir "trazando un camino a través de la demagogia y el populismo"?

Ramon Manuel Gonzalvo Mourelo dijo...

demagogia. (Del gr. δημαγωγία).
1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2. f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

Populismo: sinónimo de engaño y demagogia. Como tal término no existe en el RAE.
Aclaración: la demagogia y el “populismo” no tienen ni límites ni fronteras y son patrimonio generalizado de partidos, ideologías…