lunes, 11 de marzo de 2013

Felipe González Márquez



Hijo de un tratante de ganado y segundo de cinco hermanos, la relativamente desahogada situación económica de la familia le permitió cursar el bachillerato en el colegio de los Padres Claretianos de Sevilla y el preuniversitario en el Instituto de San Isidoro. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla y en 1965, un año antes de licenciarse, asistió a un curso de Economía en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). A su vuelta a España abrió un bufete especializado en litigios laborales, lo que le permitió conocer de primera mano los problemas de los trabajadores.

Al principio fue militante de las Juventudes Universitarias de Acción Católica y de las Juventudes Obreras Católicas, de inspiración democristiana. En 1962 se afilió a las Juventudes Socialistas y dos años después ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que estaba prohibido en España desde 1939 y cuyos dirigentes históricos operaban en el exilio. Su actividad se desarrolló, por tanto, en la clandestinidad, y en 1971 fue detenido por haber participado en manifestaciones contrarias al régimen dictatorial del general Francisco Franco. Durante un tiempo combinó la práctica legal con la docencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla.

Líder del Partido en la oposición.
Entre 1965 y 1969 fue miembro del comité provincial del PSOE en Sevilla, de 1969 a 1970 del Comité Nacional y a partir de 1970 figuró en la Comisión Ejecutiva. Participó en el XXV Congreso del Partido, celebrado en Toulouse en agosto de 1972, como miembro de la Ejecutiva en el interior (existía una Ejecutiva en el exilio) y en octubre de 1974 en el XXVI Congreso celebrado en Suresnes fue elegido primer secretario del Partido en sustitución de Rodolfo Llopis.
En aquella ocasión el sector histórico del Partido, integrado por los veteranos del exilio, fue arrinconado por los renovadores que encabezaba el joven González (conocido por sus camaradas como Isidoro), quien se presentó con el apoyo de la mayoría de los militantes residentes en España y el patrocinio de las máximas figuras de la socialdemocracia europea, como el italiano Pietro Nenni, el sueco Olof Palme y el alemán Willy Wrandt.

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, González pasó a liderar una parte de la oposición democrática al frente de la Plataforma de Convergencia Democrática, que en marzo de 1976 se fusionó con la Junta Democrática de España que animaba el dirigente comunista Santiago Carrillo. Legalizado en febrero de 1977, el PSOE concurrió a las primeras elecciones democráticas, constituyentes, del 15 de junio de 1977 y se colocó, con el 29,2% de los votos y 118 escaños, como segunda fuerza política por delante del Partido Comunista, su rival por la izquierda, en un sorpasso que sería definitivo y que constituyó un trasvase masivo del denominado voto útil.

En estos años como líder de la oposición González presentó un discurso antiatlantista y su antagonismo parlamentario al gobierno de centro de Adolfo Suárez, que no gozaba de la mayoría absoluta, fue muy duro y contribuyó a su erosión. En el campo ideológico insistió en la necesidad de eliminar la doctrina marxista del PSOE y su conversión en un partido moderno e interclasista, homologable con la socialdemocracia europea, la cual por su parte le respaldó nombrándole vicepresidente de la Internacional Socialista (IS) el 7 de noviembre de 1978. Derrotada su ponencia en el XXVIII Congreso del Partido el 16 de mayo de 1979, González presentó la dimisión, pero en septiembre del mismo año un Congreso extraordinario le eligió secretario general con el 85´9% de los votos. La victoria de González fue total con la remoción del marxismo del programa político.

Triunfo electoral del PSOE y llegada al Gobierno.
Consolidado como alternativa de poder en las legislativas del 1 de marzo de 1979 (30% de los votos y 121 escaños), el PSOE obtuvo una victoria arrolladora en la edición del 28 de octubre de 1982 con el 48´8% de los votos y 202 escaños. El vuelco del panorama político español - doblemente histórico, pues nunca antes un partido de izquierda había recibido tantos votos en solitario - supuso para el PSOE el regreso al poder ejecutivo que había ocupado por última vez al final de la guerra civil. González fue investido por el Congreso de Diputados el 1 de diciembre, el día 2 presentó juramento ante el rey y el 3 formó su gabinete.

La llegada de los socialistas despertó en amplios sectores de la sociedad esperanzas de cambios a todos los niveles en un país en que algunos aspectos permanecían atrasados, pero también temores entre los votantes conservadores por las decisiones radicales que pudieran adoptar. No obstante, aparte algunos amagos estatalistas en los primeros meses de mandato, González moderó considerablemente su discurso, tanto en las formas como en el contenido. Pasó a defender la permanencia en la OTAN; que la consideraba inseparable de su proyecto de inserción del país en las estructuras europeas, para la que obtuvo el voto afirmativo en el referéndum del 12 de marzo de 1986, el cual polarizó a la opinión pública y corrió el riesgo de convertirse en un plebiscito sobre su Gobierno.

De hecho, años después González consideraría esta consulta como “el mayor error” en su etapa presidencial. Una labor de gran importancia, aunque opaca para la opinión pública, fue la reforma del Ejército, conducida por el ministro de Defensa, Narcís Serra. Iniciada ya en la etapa ucedista y facilitada ahora por la moderación ideológica del PSOE y de González, la promoción del apoliticismo y la profesionalización de los mandos alejó definitivamente el espectro golpista.

En el campo social el país experimentó grandes progresos, como la multiplicación de oportunidades educativas y la dotación de un amplio sistema de seguridad social, teniendo como referencia el modelo del Estado del bienestar. En el económico, como ya venían haciendo los socialistas franceses, González se decantó por el pragmatismo liberal y acometió una dolorosa reconversión industrial (desde 1983) y otras reformas estructurales, que consideraba ineludibles para la modernización del país. La reducción de la inflación, de dos dígitos en 1982, constituyó un objetivo declarado desde el primer momento.

Si bien la macroeconomía funcionaba, pasando el quinquenio 1985-1989 por una fase de crecimiento expansivo y de entrada masiva de capitales extranjeros, atraídos por los altos tipos de interés, los sindicatos entendieron que aquello se hacía a costa del bolsillo del trabajador, además de poner en cuestión observadores terceros el carácter verdaderamente productivo de ese crecimiento. En esta situación de descontento laboral, el 14 de diciembre de 1988 González afrontó la primera huelga general desde su llegada al poder.

Relanzamiento internacional.
En el plano exterior, los gobiernos de González confirieron un nuevo impulso a la apertura iniciada por los primeros gobiernos democráticos, y a todas luces la completó. Su Gobierno adoptó una diplomacia no especialmente original y, antes bien, buscó la normalidad y rechazó el unilateralismo. Se establecieron relaciones diplomáticas con Israel (17 de enero de 1986), con todo el simbolismo histórico que ello entrañaba, pero sin merma de la tradicional simpatía por la causa árabe. Esta singular dualidad fue reconocida con la celebración en Madrid, del 30 de octubre al 1 de noviembre de 1991, de la histórica Conferencia que puso en marcha el proceso de paz en Oriente Próximo.

También se fortalecieron los vínculos con Marruecos (Tratado de Amistad del 4 de julio de 1991) y con América Latina (puesta en marcha de las Cumbres Iberoamericanas anuales, cuya segunda edición se celebró en Madrid el 23 de julio de 1992), y se renegociaron los tratados militares con Estados Unidos, que disminuyó su presencia militar en España. Durante la crisis del Golfo (1990-1991) González se reveló como un aliado sólido de aquel país, si bien no dejó de objetar determinados episodios de la ofensiva aérea contra Irak.

Además, España participó por vez primera en operaciones militares en el exterior con carácter humanitario y pacificador (Angola, Centroamérica, Kurdistán, Bosnia-Herzegovina), con crecientes asunción de responsabilidades y de número de tropas implicadas. Además, de con los países vecinos (Francia, Marruecos y Portugal), los gobiernos socialistas institucionalizaron en cumbres bilaterales las relaciones con Italia y Alemania, cuyo canciller, Helmut Kohl, agradeció el gesto de González de apostar por la unificación después del derrumbe del Muro de Berlín con un respaldo económico decisivo a la hora de negociar el reparto de ayudas y subvenciones de la CEE.

El gran hito en la política exterior de González fue el ingreso de España en las Comunidades Europeas (CEE) el 1 de enero de 1986. Desde la primera presidencia semestral española en 1989 hasta la segunda en 1995, el peso específico del país y la influencia de González en la Comunidad fueron parejos a su adscripción a las tesis más europeístas. A finales de 1995, en el último tramo de su mandato, brilló especialmente el protagonismo de González: Madrid fue escenario de la firma de la Nueva Agenda Transatlántica con Estados Unidos (3 de diciembre), del Congreso Europeo que aprobó el nombre de euro para la futura moneda única europea (15 y 16 de diciembre) y del Acuerdo Interregional con el MERCOSUR (15 de diciembre), mientras que Barcelona acogió la Iª Conferencia Euromediterránea (27 y 28 de noviembre).

Cuestionamiento interno y declive del PSOE.
A la progresiva erosión electoral del PSOE (47% del voto y 184 escaños el 22 de junio de 1986; 39´6% y 176 escaños el 29 de octubre de 1989), natural por el desgate del ejercicio del poder, se añadió desde 1990 una sucesión de escándalos de corrupción protagonizados por conocidas figuras pertenecientes o vinculadas al PSOE. El clima político se enrareció extraordinariamente en el trienio 1993-1995.

A los presuntos o probados delitos de financiación ilegal del Partido y otros de enriquecimiento personal, se sumaron diversas revelaciones que apuntaban a altos cargos públicos del PSOE como responsables de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), al parecer estrechamente relacionados con las fuerzas de seguridad del Estado, que entre 1983 y 1987, años en que arreciaba la ofensiva terrorista de la banda ETA, cometió diversos atentados mortales contra individuos sospechosos de pertenecer a la citada organización independentista vasca, lo que dio lugar en su momento a actuaciones judiciales y detenciones.

González, acosado desde múltiples frentes, rechazó todas las imputaciones y exigencias de dimisión y adoptó una postura de resistencia a ultranza, pero sobre su actuación en los citados escándalos continuaron gravitando serias sospechas. Por otro lado, en 1990 salieron a la luz sus diferencias con el número dos del Partido y vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, también estrecho colaborador y amigo desde los años sesenta, por cuestiones ideológicas y de organización interna.

A la crispación política se añadió la social, desde que en 1992 el país se sumergiera en una grave crisis económica por la fatal conjunción de una moneda débil, un crecimiento estancado o negativo y el aumento desbocado del desempleo, si bien 1994 se cerró con una recuperación del PIB. Tras perder la mayoría absoluta en las elecciones del 6 de junio de 1993 (38´6% del voto y 159 escaños) y verse obligado a pactar con los partidos nacionalistas, el PSOE fue finalmente derrotado por el conservador Partido Popular en la elección del 3 de marzo de 1996, si bien sus resultados, el 37´4% y 141 escaños en absoluto constituyeron el hundimiento que se había augurado, demostrando que pese a los desastres vividos, González conservaba una parte apreciable de su carisma entre un sector del electorado socialista. El 5 de mayo tomó posesión como Presidente del Gobierno el dirigente popular José María Aznar.

Trayectoria desde 1996.
En su nueva condición de líder de la oposición, González, igualmente experto en dorar con circunloquios un discurso huero como en desarmar con sólidos argumentos a su adversario de turno, ofreció un relativamente bajo perfil y pareció confirmar a quienes sostenían que al líder socialista le aburrían las querellas políticas domésticas y prefería la vida internacional, un área en la que se desenvuelve con total seguridad y cuenta con más unanimidad de criterio sobre su valoración como estadista.

En tal sentido, en 1994, había un elevado consenso entre sus colegas comunitarios sobre su idoneidad para sustituir a Jaques Delors al frente de la Comisión Europea, pero González descartó esta posibilidad. A finales de 1998 sucedió lo mismo a la hora del relevo de Jaques Santer, y a pesar de ser su nombre propuesto por los portugueses Antonio Gueterres y Mario Soares y por el propio Delors, González declinó el ofrecimiento insistiendo en que no tenía ambiciones internacionales. En diciembre de 1996 González encabezó en Belgrado el equipo de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que investigó las denunciadas irregularidades en las elecciones municipales serbias y asumió también labores de mediación entre el Gobierno y la oposición.

El Grupo de Contacto para la cuestión de Kósovo le designó en marzo de 1998 como mediador en nombre de la OSCE y la Unión Europea, pero las autoridades de Belgrado le vetaron.

Después de varias advertencias de retirada nunca materializadas (ya a finales de 1995 había sugerido que no se presentaría a las elecciones de 1996), González anunció por sorpresa su renuncia a la Secretaría General del PSOE en el XXXIV Congreso el 20 de junio de 1997. Le sustituyó el entonces portavoz del grupo parlamentario socialista, Joaquín Almunia. González no figuró ni en la Ejecutiva ni en el Comité Federal salidos del Congreso, si bien mantuvo el acta de diputado por Madrid que poseía desde 1977. El 29 de enero de 1998 rechazó definitivamente que pudiera ser el candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones y postuló a Almunia para dicho cometido. No obstante, en las elecciones primarias del 24 de abril de 1998 venció José Borrell, partidario de superar el felipismo.

La continuación de la crisis interna del partido por las dimisiones sucesivas de Borrell como candidato el 14 de mayo de 1999 -por la investigación judicial contra un colaborador en su etapa de ministro- y de su sustituto Almunia como Secretario General el 12 de marzo de 2000 - por el fracaso electoral en las legislativas- confirmó que el súbito retiro de González en 1997 había creado indefiniciones en el liderazgo por la falta de un delfín o sucesor reconocido, además del deseo del propio ex secretario de seguir haciéndose oír en las decisiones de la nueva Ejecutiva, pese a no pertenecer a ella.

De cara al 35ª Congreso, en julio de 2000, González rechazó el puesto honorífico de presidente del Partido que le ofreció el candidato a la Secretaría General (y a la postre ganador) José Luis Rodríguez Zapatero. Antes y durante el cónclave, considerado decisivo para la recuperación del impulso perdido del Partido, González permaneció en un discreto segundo plano, sin apoyar explícitamente a ningún candidato a la secretaría general.

Por otro lado, la condena en julio de 1998 a 13 años de prisión del ex ministro del Interior, José Barrionuevo, y del ex secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, por su implicación en un secuestro de los GAL, revivió la cuestión de la responsabilidad de González un año después de que el Tribunal Supremo concluyera que no existían evidencias para incriminarle. González se aprestó a solidarizarse con los condenados y asumió su asistencia legal en calidad de abogado, suscribiendo los dos recursos de apelación. El ex Presidente denunció la existencia de un supuesto complot judicial y político contra los socialistas, con él como supremo objetivo.

González es miembro de instituciones como la Asociación Japonesa del Bonsai (un arte que cultiva) y el Comité Europeo de Orientación Nuestra Europa, así como del Círculo de Montevideo, un grupo de reflexión animado por el ex Presidente uruguayo Julio María Sanguinetti y que reúne a varios mandatarios americanos y europeos, tanto retirados como en activo, de signo progresista. Así mismo, está en posesión, entre otras distinciones, de los premios de Carlomagno (1993, Alemania), por su contribución a la unidad europea, y Carlos V (2000, España). En 2000 su actividad se concentraba en la presidencia de la Fundación Progreso Global, con sede en Madrid, en la dirección de seminarios y conferencias y en la escritura de artículos de opinión.

González dejó a Almunia su vicepresidencia de la IS en 1999, pero la organización le designó antes responsable de la Comisión sobre Progreso Global, con la misión de redactar un nuevo ideario socialdemócrata en respuesta a la globalización. El texto, visto como una síntesis de la Tercera Vía del británico Tony Blair y el socialismo más clásico del francés Liones Jospin, sirvió de base para la Declaración de París que cerró el XXI Congreso de la IS en esta capital el 8 y 9 de noviembre de 1999.

Aparte, González ha escrito el libro Un estilo ético, conversaciones con Víctor Márquez Reviriego (1982) y el ensayo breve El socialismo (1997).

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