viernes, 26 de junio de 2015

¿Por qué pedimos el referéndum sobre la OTAN?

¿Por qué pedimos el referéndum sobre la OTAN?
RAMON TAMAMES 18 OCT 1984
Desde el debate de investidura de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno -febrero de 1981 -, la cuestión del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN viene siendo un tema polémico, cien veces suscitado, que el poder, según los firmantes de este artículo, ha querido siempre rehuir con sus respuestas: la negativa a convocarlo, el confusionismo calculado o la ambigüedad.
El Gobierno Calvo Sotelo se negó en redondo a convocarlo, pese a la intensa campaña de la oposición contra el ingreso en la OTAN, en la que se solicitaba que éste fuese sometido a referéndum consultivo entre la población. España se convierte, así, el 30 de mayo de 1982, en el miembro número 16 de la Alianza Atlántica. Meses antes, en el mitin anti-OTAN celebrado la víspera del debate parlamentario en la Casa de Campo, de Madrid, Felipe González había preguntado: "¿Por qué tiene el Gobierno miedo de consultar al pueblo?" La respuesta estaba implícita en las encuestas de aquel entonces: el 44% de la población votaría en contra, y sólo el 14% lo haría a favor.La negativa a celebrar el referéndum -cuando menos, la oposición a convocarlo- es mantenida hoy por algunos miembros de las fuerzas armadas y del partido en el Gobierno, así como por intelectuales y políticos de diversa ideología.
Y ello con base en argumentos dudosamente democráticos, tales como los siguientes: las consultas, populares en temas de política internacional deberían excluirse, dada su complejidad, al ser imposible facilitar a la población todos los datos por razones de seguridad; si se realizase esa consulta, los movimientos pacifistas europeos pedirían en cada país un referéndum sobre la permanencia en la OTAN, y esa agitación iría en perjuicio de la defensa occidental; convocar el referéndum implicaría a los socialistas en la defensa, ya que no de la integración, cuando menos del actual statu quo, lo cual daría magníficas oportunidades a una parte de la oposición para unirse en la defensa de la paz, y a otra, para denunciar una vez más las contradicciones del Gobierno; convencer a la mayoría de la población para que votase a favor de la permanencia en la OTAN no sería fácil, y la pérdida del referéndum, aun no siendo su resultado vinculante, podría acarrear la caída del Gobierno, con el consiguiente riesgo de inestabilidad y de daño para el Estado; y así sucesivamente.
En ese contexto contrario a la realización del referéndum, algunos destacados miembros del PSOE se muestran partidarios de no convocarlo y de sustituirlo por un debate parlamentario tras unas elecciones generales anticipadas.

Confusionismo y ambigüedad
Desde los tiempos en que Javier Rupérez, embajador del Gobierno Calvo Sotelo -ante la OTAN, mantenía la tesis de la interrelación entre los aspectos económicos, polítícos y militares de la integración europea, la conexión/confusión entre cuestiones y puntos de vista diferentes, o contradictorios sólo es superada por la ambigüedad al abordarlos. Ambiguo era, por lo pronto, vista la actitud de los últimos años, el eslogan socialista de 1981: "De entrada, no", que permite todas las interpretaciones.En junio de 1980, el hoy presidente del Gobierno dijo en el Congreso que, si se ingresaba en la OTAN por mayoría simple del Parlamento, por mayoría simple se podría salir. Luego, el programa electoral socialista de 1982 propugnaba la convocatoria de un referéndum para que el pueblo español pudiera pronunciarse sobre la permanencia en la Alianza. El referéndum popular aparecía así como el acto legitimador de una decisión trascendental, que la mayoría parlamentaria, aun dejando en su día de ser exigua, no debería tomar ni rectificar por sí sola.

Alcanzado el poder, la actitud del Gobierno en la cuestión concreta del referéndum -y en tantas otras cosas- cambia radicalmente. La renuncia al horizonte utópico -aquella luminosa ventana abierta al futuro de la campaña electoral- hace de la política, no el arte y el riesgo de lo realmente posible, sino la simple administración de la impotencia.
Aquí radica la temerosa posición del Gobierno en el tema que nos ocupa: incapaz de enfrentarse al pueblo para explicarle las razones que le han impedido hasta ahora cumplir con su promesa electoral, prefiere moverse en el juego de la improvisación, las medias palabras y las declaraciones equívocas; a lo cual se añaden las contradicciones entre el presidente y sus ministros, y entre éstos y otros miembros destacados de su partido.

Una duda
La perplejidad ante este panorama de inseguridad y desconcierto deja paso a una duda: ¿serán acaso calculados el confusionismo y la ambigüedad? Veamos algunas consideraciones:
a) Desde 1980, el PSOE viene afirmando que el ingreso de España en la OTAN debe someterse a referéndum popular. Si ese era un propósito sincero, ¿por qué no fue convocado el referéndum en los primeros meses de 1983, cuando el éxito electoral era reciente?
b) En junio de 1983, el presidente del Gobierno aseguraba que éste sería neutral y no apostaría por una u otra opción en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. En 1984, en su reciente viaje a Copenhague, afirmó, por el contrario, que el Gobierno se pronunciaría "a favor" o "en contra" antes de que lo haga el pueblo. ¿No sería más correcto, en vez de tanta rectificación, explicar a los ciudadanos qué piensan él y su Gobierno y el porqué del cambio de postura?
c) Felipe González prometió en su discurso de investidura una sesión parlamentaria dedicada a los problemas de seguridad y de defensa. ¿No sería útil realizarla ahora, con amplia cobertura de radio y televisión, para informar al pueblo antes de consultarle?
d) Cuando Rupérez representaba al Gobierno Calvo Sotelo ante la OTAN hablaba de la conexión entre lo económico, lo político y lo militar en la integración europea. Ahora, el presidente del Gobierno, en su reciente viaje a Irlanda, admite la existencia de una "vinculación psicológica", aunque no jurídica ni puramente política, entre la entrada de España en la CEE y la permanencia en la OTAN. ¿No debería, explicarse al pueblo que una cosa es una comunidad económica y otra una alianza militar? Por razones de dignidad nacional, de rechazo a las presiones externas, ¿no debería explicarse a los restantes miembros de la Alianza -por cierto, poco proclives a facilitar nuestro ingreso en el Mercado Común- la nítida separación entre ambas cuestiones?
e) El ministro Morán ha sugerido abandonar el Comité Militar de la OTAN, porque no consigue comprender "cómo se puede sostener que no formamos parte de la organización militar estando dentro de ese comité". ¿No debería explicarse a los ciudadanos cómo, a pesar de la suspensión de las conversaciones para la plena integración anunciada por Felipe González en el debate de investidura, España asiste, con estatuto de observador, a las reuniones ministeriales del Grupo de Planes Nucleares; participa en las reuniones semestrales del Comité de Planes de Defensa, en una de las cuales nuestro ministro del ramo anuncia su voluntad de "empujar la participación de España en las futuras maniobras militares de la Alianza", y está representada a su más alto nivel en el Comité Militar, la máxima autoridad militar de la OTAN? Todos estos hechos, ¿no demandan una explicación?

¿Por qué convocarlo?
Los miembros de la Mesa por el Referéndum sobre la OTAN, e implícitamente los millares de ciudadanos que han expresado su apoyo a nuestro llamamiento, queremos para España, ante todo, una democracia avanzada, como se preconiza en el preámbulo de nuestra Constitución, en la que el Estado no destruya con su afán de secreto -justificación última de su poder- la soberanía del pueblo: su derecho a participar en las más importantes decisiones. Por eso pedimos el referéndum. Y lo hacemos con base en los siguientes argumentos:
1. Convocar elecciones anticipadas con objeto de evitar el referéndum sería, por lo pronto, un fraude al electorado y además una actitud irresponsable, ya que el Gobierno debería agotar la legislatura por razones de estabilidad democrática.
2. La pertenencia de España a un bloque militar es una decisión que afecta a todos los ciudadanos y a las generaciones venideras. Entra, por tanto, de lleno entre las cuestiones de "especial trascendencia" que, en términos del artículo 92 de nuestra Constitución, pueden ser sometidas a referéndum.
3. La participación del pueblo en una decisión que afecta a la defensa y a las relaciones internacionales -cuestiones hasta ahora reservadas a especialistas civiles y militares- supondría profundizar la democracia. Si, por el contrario, el referéndum no se celebrase, la política de defensa seguiría siendo un coto cerrado, en el que tendrían gran predominio -de hecho, gran autonomía- los propios militares.
4. Muchos españoles siguen siendo críticos respecto a la forma en que el anterior Gobierno de UCD nos incorporó a la OTAN. El Gobierno actual, si de verdad quiere el reforzamiento de la democracia, no puede hurtar las promesas hechas a los electores por lo que ello tendría de burla a la buena fe de los ciudadanos: los programas electorales en una democracia configuran un contrato político y moral entre quienes resultan elegidos y el pueblo que les vota.
5. Si el Gobierno desea cumplir ese contrato, ha de abrirse a la transparencia y aceptar "la racionalidad clásica" del pueblo español, en palabras del canciller Khol. "Vamos a concienciar a la población", dijo en cierta ocasión Alfonso Guerra, "para que exija ser escuchada, para que exija un referéndum". Concienciar es el camino honesto. El hermetismo, la ambigüedad, el confusionismo deliberado, el retraso en clarificar la posición del Gobierno son procedimientos que decepcionan a los ciudadanos y desprestigian la democracia.
6. Sólo cabe, pues, una cosa: convocar de forma inmediata el referéndum, y hacerlo con una pregunta que se ciña estrictamente a las dos respuestas posibles, sí o no; sin vincularla a otras decisiones de política exterior o de defensa. Y que el propio Gobierno, tal como se prometió en la campaña electoral, acate el resultado de la consulta y cumpla la voluntad que se exprese mayoritariamente.

Para terminar estas consideraciones, y ante la dilación sin explicaciones del referéndum, cabría preguntarse lo mismo que Felipe González hace exactamente tres años: ¿por qué tiene el Gobierno miedo de consultar al pueblo? Nos gustaría que esta pregunta tuviera pronta respuesta.

*Además de Ramón Tamames, presidente de la Mesa por el Referéndum sobre la OTAN, suscriben este artículo Ángel Benito, del Partido Andalucista; Fernando Castedo, del Centro Democrático y Social (CDS); Enrique Curiel, del Partido Comunista de España (PCE); Luis Daza, del Colectivo Socialista Granadino Pablo Iglesias; Isabel Herreros, de Izquierda Republicana; Gregorio López Raimundo, del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC); José María Mohedano, presidente de la Asociación de Derechos Humanos; Ramón Orfila Pons, del Partido Socialista de Menorca, Alonso Puerta, del Partido de Acción Socialista (PASOC); Josep Palau, de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE); Alberto Rodríguez, de Justicia y Paz; Sebastián Serra, del Partido Socialista de Mallorca; Josu Ugarte, de Iniciativa Vasca por el Referéndum, y Francesc Vicens, de Esquerra Republicana de Cataluña

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