jueves, 4 de junio de 2015

¿Por qué Podemos puede?

¿Por qué Podemos puede?
Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 02 nov 2014
«Cuando el agua ha empezado a hervir, apagar el fuego ya no sirve de nada». Esta frase, atribuida a Nelson Mandela, explica muy bien la incapacidad del liderazgo político y mediático del bipartidismo para comprender el ascenso político de Podemos. Cuando sólo se comprende la temperatura del agua por su hervor (es decir, por la evidencia visible de las burbujas)… entonces no se entiende por qué y cómo se calienta el agua hasta su ebullición. La primera encuesta publicada (a la espera de la del CIS, de la que ya se insinúan resultados muy parecidos) está generando una conmoción significativa. En parte, porque la comodidad política es insolentemente soberbia. Y este bofetón demoscópico está despertando a más de uno de la larga siesta mental, con la que han digerido los movimientos tectónicos que se han producido en la sociedad española.
Pero de nuevo, parte de los análisis querrán ver, en este histórico resultado, explicaciones coyunturales atribuibles a este fatídico mes de octubre (en especial para Rajoy, su gobierno y el PP). Pero sin ignorar los hechos —con el insoportable coste de la corrupción— que han hundido la confianza en la gestión y en la reputación de las principales fuerzas políticas, para comprender este sorpasso habrá que buscar en razones más profundas —y poderosas— parte de las explicaciones de esta radical alteración del tablero político. Estas son, quizá, algunas de las razones de fondo —a las que me acerco con prudencia— que explicarían por qué Podemos ha llegado tan lejos. De momento.
1. Ignorancia. Desde que emergió el 15M, las fuerzas políticas mayoritarias han mostrado una severa incapacidad para comprender lo que ha sucedido en nuestra sociedad en los últimos años. Con sus obsoletos sensores tradicionales, no han registrado la frecuencia de los nuevos tiempos. Despreciaron lo que ignoraron. Y a causa de esta autosuficiencia política, con los termómetros averiados, no entendieron el incremento de la temperatura social. Las crisis económicas, políticas e institucionales añadían, con cada duro recorte, con cada caso de corrupción lacerante, o con cada descrédito regio, más gas a la llama de la indignación.
2. Lentitud. «Cuando las horas decisivas han pasado, es inútil correr para alcanzarlas», escribió Sófocles. Y esta lentitud para pensar, reflexionar y hacer los cambios y las reformas —a tiempo y a fondo— que la sociedad demandaba, y la situación requería, ha hundido la credibilidad de los grandes protagonistas de la vida política española. Todo se dejaba para más adelante. Y esta exasperante lentitud se ha convertido en pereza y parálisis. Las reformas llegan tarde. Y la ruptura (política o territorial) avanza como opción frente a un claudicante e insuficiente reformismo realmente transformador. El tsunami ha llegado a la playa, finalmente, mientras los que estaban en la orilla veían perplejos, incrédulos y paralizados la llegada de la ola devastadora. Lentos por arrogantes. Con grasa en las neuronas y en los músculos.
3. Torpeza. Desde la irrupción electoral de Podemos, el pasado mes de mayo, se ha atacado —creo— a esta formación con una pobreza de argumentos extraordinaria. La previsibilidad de los principales oponentes a los líderes de Podemos en las tertulias mediáticas ha contribuido a su éxito más que nada y que nadie. En cada programa de televisión, han mostrado una grave incapacidad para contrarrestar los estilos, los argumentos y la estrategia de los portavoces de Podemos. Con su falta de preparación y con su actitud han alimentado el fenómeno. Tanta torpeza sólo es posible cuando la prepotencia obtura el pensamiento. Los portavoces mediáticos del bipartidismo han sido incapaces de tener una estrategia mínimamente eficaz frente a la estudiada y calculada audacia de Podemos. Al contrario, han alimentado a Podemos.
4. Ambición. Podemos ha gestionado las expectativas con inteligencia. Veremos si son capaces de mantener la serenidad. Cuando Pablo Iglesias afirmó que se presentaban para ganar… fue recibido con la displicencia de los que creen que tienen una posición inexpugnable, asegurada y consistente. Gran error. Otra vez, la soberbia política era incapaz de comprender que lo que se estaba fraguando reclamaba una urgente dosis de humildad y una acelerada rectificación de comportamientos y prácticas, si se quería tener una posición suficientemente creíble frente a la ruptura audaz que propone Podemos. Nada. Frente a la ambición se respondió con clichés y estereotipos mal diseñados, débiles e inconsistentes. Si alguien hubiera leído, por ejemplo, la tesis doctoral de Íñigo Errejón quizá habría prestado la atención que se merece este proyecto político. Pero nada. Era más fácil, por ejemplo, el latiguillo acusador del «populismo», antes que querer comprender cuanta ciencia y técnica hay detrás de todo lo que han hecho. Nadie ha querido aprender.
5. Redes. Podemos conoce la capacidad de la tecnopolítica. Mientras algunos se han dedicado a buscar grietas en el modelo de votación de la Asamblea Ciudadana de hace unos días, con el único objetivo de desacreditar el proceso, la mayoría no ha comprendido cómo las nuevas redes son capaces ya de construir proyectos. De militantes a activistas. De sedes a redes. De agrupaciones a círculos. De ejecutivas a nodos. Estamos frente a una tecnología de proximidad, multipantalla y multiformato, capaz de cambiar los modelos de comunicación, organización y creación de contenidos. Lo saben las empresas pero todavía no algunos grandes partidos. Y todavía hay arrogantes que desprecian la política digital desde una superioridad de plastilina. Es cierto, un tuit no es un voto, pero no hay que ser demasiado espabilado para comprender que sí puede cambiarlo.

6. Ánimo. La interpretación de que los indignados (15M) se trasformaron en cabreados (mareas) y ahora es el momento de los iracundos (Podemos) es la fácil tentación para explicar lo que sucede. Otra vez la pereza. Pero todo es mucho más complejo. Podemos está materializando su nombre. Haciendo corpórea, políticamente, su identidad afirmativa. Sí, se puede. Sí hay alternativa. Y sí, se puede ganar. Gestionan los intangibles porque los conocen y los estudian. Mientras se les reclama soluciones y propuestas, Podemos se centra en las emociones y en los retos. Y han comprendido, mejor que nadie, que las ganas de abofetear electoralmente a los responsables políticos de esta situación era la demanda más clara y urgente de una parte creciente y transversal de la sociedad española. Otra vez, nada más y nada menos, que una nueva y diferente versión del voto útil. Para nada resignada o especulativa. Sino combativa y radical. Podemos, puede competir. Quién quiera combatirlos... mejor será que los estudie un poquitín. APodemos como síntoma

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