viernes, 14 de abril de 2017

La tortura de la desconfianza.- Manzano

Fecha Lunes, 10 abril 2017
Quisiera resaltar las oportunas consideraciones de una periodista que escribe sobre la confianza de las personas.
 Me ha estremecido al leerla, porque desvela de una forma muy sencilla y certera lo que justamente no vivimos en el Opus Dei.
 Allí, en el fondo, era todo desconfianza. Resurge aquella sensación de control al que estábamos sometidos y al sutil control que debíamos nosotros ejercer sobre los demás para reportar puntualmente a nuestros directores. Formaba parte de nuestro deber, devoción y sospechosa vocación a esta institución.
No me imagino mis relaciones personales sin una generosa dosis de confianza y la idea contraria, la de vivir en permanente desconfianza, me parece una tortura indeseable. En este sentido, reconozco mi incapacidad para entender ese demonio furioso que nace de las propias inseguridades y siempre es letal para una buena relación. Es decir, todas las formas de complicarse la vida para no conjugar un verbo sencillo, el único que tiene sentido en una relación: el verbo confiar.
Puede que no, puede que no sea un verbo sencillo, porque implica dos supuestos que no son nada fáciles: creer en la institución y creer en uno mismo.
Puede, por tanto, que sea más fácil vivir en una desconfianza permanente, controlando movimientos, espiando cartas y móviles, acechando en las esquinas de la duda escrutando las conciencias. Pero ¿eso es vida? Y, más aún, ¿impide algo? Porque hablemos en plata, si la institución quiere ser infiel contigo, encontrará la manera de zafarse de las trampas interpuestas, y el sufrido propio padecerá dos derrotas: la lógica de la infidelidad y la evidente de la inutilidad para impedirla.
La desconfianza no tiene ningún sentido, porque la fidelidad y su pariente, la lealtad, no se basan en el control sino justamente en la ausencia de control. Es decir, una y otra, sumadas, son un oxímoron. Al contrario, las relaciones que no temen a la otra parte, ni se obsesionan por las llamadas que no escuchan, por los mensajes que no leen o por las confidencias que no oyen, no sólo demuestran autoestima notable sino que viven mucho más felices.
Al final se trata de vivir las relaciones con madurez y libertad, y ambos supuestos conducen a la confianza.
Fue imposible practicarlo en esa institución denominada Opus Dei y por eso le dimos puerta.
Manzano



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