viernes, 23 de junio de 2017

Pedro Sánchez ahonda en la confusión con su rechazo a apoyar el tratado con Canadá

Otra abstención

Pedro Sánchez y Pierre Moscovici.  REUTERS-QUALITY
El pasado 15 de febrero, el Parlamento Europeo aprobó por 408 votos a favor, 254 en contra y 33 abstenciones el Tratado Económico y Comercial entre la UE y Canadá, conocido como CETA. El Tratado contó con el voto favorable de los 14 eurodiputados españoles adscritos al grupo socialista europeo, que se implicaron de manera muy intensa en que dicho acuerdo reflejara sus preocupaciones acerca de las cuestiones legales, medioambientales y laborales en disputa.
Las negociaciones, de gran complejidad, han desembocado en un Tratado que marca un hito y que la UE espera convertir en un modelo para otras negociaciones con terceros países. Acuerdos como el CETA ofrecen una vía para poder gobernar la globalización de acuerdo a normas y estándares europeos, por lo que deben ser celebrados, y aún más en un momento dominado por el auge del proteccionismo de Trump y los populismos. Se trata de un acuerdo meritorio y que merece apoyarse.
Así lo entendían hasta ayer los socialistas, y así lo defendió su portavoz en la Comisión de Asuntos Exteriores al anunciar el voto favorable de su grupo en el pleno del Congreso del próximo martes. Sorprende por ello que, tras un anuncio en Twitter de la nueva presidenta del partido, Cristina Narbona, y sin ningún debate previo o explicación detenida, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, haya anunciado que retira el apoyo de su partido a la ratificación parlamentaria de dicho Tratado.
Su decisión ha sido jaleada por los líderes de Podemos, que han celebrado que el nuevo PSOE se sume a sus posiciones proteccionistas en materia comercial y a su caduco discurso antieuropeo sobre la soberanía. Con un matiz: exigen a Sánchez que no se quede a mitad de camino, sino que vote no al CETA y acuda al Tribunal Constitucional para impugnar un Tratado que, sostienen, viola los derechos humanos y amenaza la democracia.
No le falta razón a Pablo Iglesias al señalar las contradicciones en las que cae este nuevo PSOE, que recurre a la abstención para mostrar su firmeza ante el PP y, a la vez, su distancia de Podemos. En último extremo, el PSOE se refugia en una abstención que delata una triste realidad: que más allá del deseo de recibir la bendición ideológica de Podemos como partido de izquierda, carece de una posición propia. No compartimos, pero podríamos llegar a entender, que el PSOE se opusiera al Tratado. Pero lo que en ningún caso es admisible es que un partido que pretende tener responsabilidades de Gobierno no tenga una opinión clara. Por lo demás, no deja de ser sintómatico que las dos grandes decisiones que ha tenido que tomar el PSOE en la etapa de Sánchez —la moción de censura contra Rajoy y esta sobre el Tratado con Canadá— se hayan resuelto con sendas abstenciones. El comisario Moscovici, socialista, ha sido claro en su mensaje a Sánchez: ser de izquierdas no es estar en contra de la globalización. El oportunismo no es una política, es una receta segura para el fracaso.

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