martes, 10 de octubre de 2017

BORRELL, PRESIDENTE DE LA GENERALIDAD

Si él quisiera, está claro que Josep Borrell se convertiría en presidente de la Generalidad. Es un peso pesado de la política democrática. Ha presidido con acierto el Parlamento europeo. Ha sido eficaz ministro socialista. Ha publicado varios libros incontestables… A su lado, el exalcalde de Gerona es como una piragua junto a un portaviones.
La abrumadora manifestación del domingo, 1.000.000 de personas que la policía de Ada Colau rebajó a 350.000, fue muy superior a la Diada y ha puesto en pie no a la mayoría silenciosa sino a la mayoría silenciada por la televisión catalana y todos los organismos de la Generalidad. A Carlos Puigdemont, Oriol Junqueras, el pobre Arturo Mas, el presunto traidor José Luis Trapero y la taimada Carmen Forcadell no les llega la camisa al cuello. A todos les tiemblan las piernas y les cubre el sudor la frente. La sombra de los barrotes carcelarios se alarga entre el clamor de la multitud que quiere verlos en prisión. Han presuntamente delinquido y el Gobierno debe ponerlos a disposición de los jueces y magistrados. Y que la Justicia decida como corresponde en un Estado de Derecho.
Sería una bendición política que Josep Borrell se decidiera a jugar la carta presidencial de Cataluña. Después del mequetrefe Puigdemont, zarandeado a todas horas por la CUP, significaría la solvencia para Cataluña, entre otras razones porque esa Unidad Popular allendista quiere algo más que la independencia catalana. Utiliza el sentimiento secesionista para alcanzar su objetivo de fondo: quebrar el orden social reinante. La independencia de Cataluña es para la CUP un pretexto. A lo que aspira es a consumar el proceso revolucionario que ha desencadenado.

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