miércoles, 11 de octubre de 2017

PSOE es voluble y muy incierta" En Cataluña misma, la historia de 1934 se repite en parte en 2017



"No tenemos nada que ceder ni negociar con los golpistas. El que la declare (la independencia), lo mismo acaba como el que la declaró hace 83 años". Esa es la advertencia que el vicesecretario de comunicación del Partido Popular, Pablo Casado, hizo al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, al que ha comparado con Lluís Companys. El expresidente catalán declaró la independencia de Cataluña el 6 de octubre de 1934, por lo que fue encarcelado.
Y abrió la caja de los truenos. Este 10 de octubre de 2017 el hispanista estadounidense Stanley Payne escribe un soberbio artículo en La Razón en el que compara los dos golpes y cuenta cómo el radicalismo catalanista nunca aceptó una mera democracia autonomista en España, y por ello participó en la insurrección revolucionaria de octubre de 1934, el primer escenario de la Guerra Civil.
Aquel movimiento revolucionario revertió dos años después como una caja de Pandora para los catalanistas, porque entre 1936-37 dominaba la FAI-CNT, no los catalanistas, y la represión de la extrema izquierda revolucionaria condujo a la supresión de gran parte de la autonomía durante 193738 bajo el gobierno de Juan Negrín.
En ese momento, los catalanistas radicales ya no apoyaban lealmente al gobierno revolucionario que habían alentado, sino que traicionando sus principios políticos trataron deslealmente de negociar la partición de España con otras potencias, intentándolo incluso con el gobierno de la Italia fascista.
Durante cuarenta años, los diferentes gobiernos españoles de centro-derecha y socialdemócrata, han ido adoptando la política del apaciguamiento de forma casi constante, con la firme creencia de que ello contentaría a los catalanistas, pero, como muchos otros políticos que en la historia desarrollaron una política de apaciguamiento se equivocaron, y los nuevos líderes del catalanismo radical están consumando otra nueva convulsión. En Cataluña misma, la historia de 1934 se repite en parte en 2017.
Para Payne, el peligro puede radicar en imitar la creación de un sucedáneo del Frente Popular, en el que las izquierdas también rompan la unidad de España. Podemos está dispuesto a aliarse con los partidos catalanistas y vasquistas y otras formaciones nacionalistas para intentar la deconstrucción de España.

Nuevamente en 2017, como ocurriera en 1934, depende mucho de la posición del Partido Socialista, que es voluble y muy incierta. Durante el último año de la Segunda República, el viraje a la extrema izquierda más radical y sovietizada del Partido Socialista pronto llevó a la Guerra Civil. Una repetición en una u otra forma de tal política no sería otra guerra civil, sino posiblemente la absoluta deconstrucción de España como nación.

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