jueves, 7 de diciembre de 2017

AY, JERUSALÉN, JERUSALÉN, SI ME OLVIDARA DE TI…

AY, JERUSALÉN, JERUSALÉN, SI ME OLVIDARA DE TI…

“Ay, Jerusalén, Jerusalén, si me olvidara de ti quede a olvido mi mano derecha; ay, Jerusalén, Jerusalén, si me olvidara de ti quede mi lengua pegada al paladar”. Esta oración, rezada todas las mañanas durante dos mil años por los judíos de la diáspora, resume el sentimiento israelita hacia la ciudad sagrada. Es relevante la presencia de otras religiones en Jerusalén, pero conviene no olvidar su significación para el pueblo judío.
Visité por primera vez la ciudad en 1963, cuando el viaje de Pablo VI a Tierra Santa. Jerusalén estaba dividida en dos: a un lado, el Jerusalén judío, pujante y con avanzada tecnología; al otro lado, el Jerusalén árabe, empobrecido y sin tecnología. Transmití, por cierto, una crónica al ABC verdadero en morse. Y tuve ocasión de conocer allí en Jerusalén, en compañía de José María Pemán, al Rey Hussein, que nos recibió con el revólver al cinto como un vaquero del Oeste americano.
El impresionante muro de Saladino estaba aseteado a disparos. La puerta de Damasco cerrada a cal y canto se abrió para que por ella cruzara el hacedor de puentes, el Sumo Pontífice, pastor de la Cristiandad, Pablo VI.
Retorné a la ciudad en junio de 1967, desde el exilio en Hong Kong, adonde me había expulsado el dictador Franco. Cubrí la Guerra de los 6 días y no se me olvidará nunca la rueda de Prensa de Moshe Dayan, tras la victoria israelí, en la que dijo al terminar ante medio millar de periodistas: “Nunca, nunca volverá a haber un pueblo islámico en el entorno de Israel con más potencia militar que nosotros”.
Cayó entonces el muro de Saladino y la ciudad se reunificó bajo la autoridad israelí, con respeto para las diversas religiones cristianas, también para la islámica. Tras dos milenios de diáspora, los judíos volvían a tener la capital ansiada: Jerusalén. Nunca la cederán. Cuando Ehud Barak vaciló ante Clinton, Ariel Sharón se paseó por la explanada de las mezquitas y se encaramó en el poder ejecutivo.
En 1978 instalé la agencia Efe en Jerusalén. Fue la primera institución de importancia del mundo occidental que lo hizo. Pero la agencia no era una nación sino una empresa periodística que eligió el lugar adecuado. Tal vez por eso no me puedo sumar a la repulsa generalizada del mundo árabe y también del occidental contra la decisión de Donald Trump de instalar la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén. Pese a quien pese, Jerusalén es la capital del Estado de Israel. Como ha declarado el Papa, debe respetarse su estatus religioso y, obligadamente, conforme a las decisiones de la ONU, se impone una negociación entre Israel y las comunidades que históricamente se consideran con derechos sobre la ciudad sagrada.

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