viernes, 1 de diciembre de 2017

PODÍA HABER OCURRIDO EN ESPAÑA, Y TODAVÍA PUEDE


PODÍA HABER OCURRIDO EN ESPAÑA, Y TODAVÍA PUEDE
14/11/2015@11:01:39 GMT+1
 Luis María ANSON
A lo largo de este año de zozobras, las Fuerzas de Seguridad Españolas y los servicios de inteligencia del CNI han desarticulado, que se sepa, cuatro comandos yihadistas dispuestos a atentar en España. Para el Estado Islámico, para el califato que se ha constituido en Oriente Medio, nuestro país es territorio a reconquistar. Somos Al-Andalus-norte; Marruecos, Al-Andalus-sur. España tiene una experiencia atroz del terrorismo yihadista con repercusión directa en las elecciones que ganó, tras el 11-M, José Luis Rodríguez Zapatero.
El presidente Hollande decidió intervenir directamente en la guerra siria hace unos meses. Ayer se encontró con la horrenda respuesta del yihadismo y las calles de Paris se ensangrentaron tras el asesinato de más de 120 personas ante la impotencia de los servicios de seguridad franceses, que están reconocidos entre los mejores del mundo.
 Que España haya desarticulado a lo largo de este año cuatro comandos yihadistas dispuestos a atentar en nuestro país no quiere decir que estemos a salvo. Podría ocurrir lo que ha ocurrido en Francia. Y todavía puede. Es imprescindible extremar los controles y las medidas de seguridad.
 En varias ocasiones me he referido al riesgo de atentado yihadista en España. Voy a reproducir a continuación solo dos de los artículos que he dedicado al asunto. El primero titulado “España, carne de atentado yihadista” apareció en esta misma sección el pasado día 11 de marzo. El segundo titulado “Riesgo de atentado” se publicó en el diario El Mundo el pasado día 3 de septiembre.

Un tipo tóxico
Artur Mas es un personaje manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la destrucción a quienes confiaban en él
ENRIQUE GIL CALVO 14 NOV 2015 - 21:26 CET
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Artur Mas es un político tóxico. Un politópata, si se me permite el neologismo construido por analogía con psicópata o sociópata. Un personaje manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la destrucción a quienes confiaban en él. Así lo traslucen sus rasgos caracte-riológicos (envidioso y egocéntrico, conspirador y victimista, fabulador y fraudulento), que le asimilan al tipo de personalidad tóxica que definen los psicólogos. Y así lo revela su trayectoria, movida por la ambición de abrirse paso traicionando a cuantos le rodean.
Primero acabó con Miquel Roca Junyent y Josep Antoni Duran Lleida, los delfines llamados a suceder a Jordi Pujol, a fin de monopolizar el principado nacionalista. Después se propuso derribar a Pasqual Maragall haciendo fracasar su proyecto de nuevo Estatut, mediante una doble maniobra que primero forzó su radicalización soberanista en el Parlament para después pactarlo a la baja con el presidente Rodríguez Zapatero en La Moncloa.
Luego pervirtió el moderantismo conservador de su partido para abrazar el radicalismo neoliberal de los recortes austericidas. Y cuando vio que sus electores desertaban no dudó en pasarse al independentismo de ERC, a fin de fagocitarlo en su propio beneficio. Finalmente, cuando ha visto que la fortuna le abandonaba, no ha dudado en tratar de destruir todo el entramado institucional, traicionando no sólo la Constitución española sino el Estatuto catalán. Todo ello al modo furtivo de un taimado Yago que siembra insidias al oído del Otelo catalán, sin dar jamás la cara ni asumir ninguna responsabilidad, pues siempre encuentra alguna Desdémona españolista a quien culpar. Un antihéroe más avieso que astuto, pues en lugar de por la virtù maquiavélica parece poseído por el vizio y lapassione de un Macbeth fatídico.

Lo más extraño es que con ese historial a sus espaldas haya podido llegar indemne hasta aquí. ¿Cómo es que todavía tiene un séquito dispuesto a suicidarse con él? Sin duda por su capacidad manipuladora, que le ha permitido hacer a sus cómplices unas ofertas fraudulentas que estos no supieron rechazar, quedando atrapados en una conjura de encubrimiento mutuo. Es la conocida táctica de hundir los puentes o quemar las naves, a fin de que los conjurados ya no puedan rectificar ni dar marcha atrás. Y los 

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