jueves, 21 de diciembre de 2017

VÍSPERAS DE INCERTIDUMBRE

VÍSPERAS DE INCERTIDUMBRE

En vísperas ya del resultado de las elecciones autonómicas catalanas, se ha convertido en lugar común afirmar que las urnas certificarán la ingobernabilidad de Cataluña y la escisión en dos de su sociedad. El español mejor informado sobre el mundo de los sondeos y las encuestas me decía ayer: “El problema no es los que no saben, no contestan, sino los que mienten. El tubo de ensayo refleja un número creciente de catalanes que afirman en las encuestas que depositarán su voto en un sentido y lo harán en otro muy distinto”. El independentismo ha actuado durante años como una dictadura coactiva sobre el voto, y la gente tiene miedo.
Lo que está claro, al margen del resultado incierto, es que estas elecciones autonómicas, que está viviendo toda España, no resolverán la cuestión de fondo. En Cataluña hay ya 1.200.000 independentistas, y creciendo. Y además 200.000 activistas sólidamente organizados que han disfrutado, directa o indirectamente, de cantidades inagotables de dinero público. Se necesitarían 15 años de política constitucionalista muy inteligente y de una fuerte financiación anual para reconducir la actual situación.
Desde la cátedra hasta el tebeo, habrá que introducir en Cataluña el mensaje de España y hacerlo durante muchos años para revirar el rumbo secesionista de la sociedad catalana. No estoy seguro de que dispongamos en los actuales partidos de hombres de Estado, de líderes capaces de hacer política a medio y largo plazo. Casi todos se mueven por intereses partidistas inmediatos. Y tampoco estoy seguro de que estén dispuestos a que figuren en los Presupuestos Generales del Estado las partidas económicas necesarias para financiar la reversión ideológica de la situación catalana.
No desestimo el esfuerzo que se ha hecho en vísperas de estas elecciones autonómicas. Pero ese esfuerzo apenas significa nada en el océano de despropósitos que se iniciaron con Adolfo Suárez y que afectaron a todos los Gobiernos, de forma especial al de Zapatero y sus ocurrencias, y al de Mariano Rajoy y su pasotismo. Pero no hay que perder la esperanza porque el infierno de Dante está lejano. Tal vez contribuya a salvar la situación, Europa, los Estados Unidos de Europa, que se perfilan en el horizonte y que superarán las posiciones decimonónicas de los catalanes y los vascos secesionistas, de los corsos y los bretones, de los tiroleses y los bávaros, de tantas comunidades regionales europeas que mantienen encendidos los rescoldos moribundos del independentismo.

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