sábado, 17 de febrero de 2018

La Ilustración Liberal

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Libertad Digital
Diez horas de Estat Catalá
José García DomínguezImprimirComentarios (0)
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Contemplada la sublevación separatista de la Esquerra en 1934 con la perspectiva de casi un siglo, la pregunta que asalta al observador atento no es cómo pudo ocurrir, sino cuándo habrá de repetirse. Y es que, leyendo el extraordinario reportaje de Enrique de Angulo sobre aquella astracanada delirante, lo que más extraña al lector contemporáneo es precisamente no extrañarse frente al retrato psicológico de los actores de la farsa. Inevitable reconocer a Ventura Gassol, a Badia y a Dencàs en esa la legión de garibaldis de salón que fabrica cotidianamente la opinión pública en Cataluña. Imposible no identificar la alegre irresponsabilidad de Maragall en la pueril inanidad de Companys. Arduo ignorar el marchamo perenne de la burguesía en la creación del caldo de cultivo intelectual que entonces –al igual que ahora– desembocó necesariamente en el secesionismo. Ineludible, en fin, reparar en la ceguera de las elites políticas españolas de hoy, cuando se otea la miopía del Azaña que traspasa a la Generalitat el mando sobre los Cuerpos de Seguridad.
"La Patria catalana, grande o pequeña, es nuestra única Patria (…) España no es nuestra Patria, sino una agrupación de varias Patrias". Eso había escrito Prat de la Riba, el padre del catalanismo moderado, veinte años antes de aquel 6 de octubre. Y en esa fe serían adoctrinados machaconamente los futuros escamots de la Esquerra en las escuelas de la Mancomunitat que el mismo Prat fundara. "Quiero más este revivir de la conciencia catalana que cien leyes de autonomía; quiero más una Cataluña sin ninguna libertad, hablando en catalán y sintiendo en catalán, que eso le traerá la libertad, que una Cataluña con los mayores atributos de soberanía política, pero teniendo amortecida su conciencia nacional". Eso otro anotaba en su Dietario el muy respetable regionalista Francesc Cambó, media hora antes de salir corriendo de Barcelona, cuando a la rediviva conciencia nacional le dio por escupir balas dum-dum contra la fachada de su mansión de la Vía Layetana. Pues de aquellas simientes amorosamente plantadas por la Lliga nació el afán insurreccional que habría de materializarse el Seis de Octubre.
Entonces, llegado el momento de izarse el telón del drama catalán, como siempre ocurre, la grandeza y la miseria humanas comparecerían juntas y cogidas de la mano ante el patio de butacas de la Historia. En un lado del escenario, el eterno oportunismo impúdico de los arribistas, personificado esa vez en el jefe de los Mozos de Escuadra, el comandante Pérez Farrás. Primero, adulador del dictador Primo de Rivera, promotor entusiasta de una agrupación fascista, fanático patriotero hispano, perseguidor incansable de catalanes de cualquier pelaje, enemigo furibundo de las sardanas, fóbico hasta el espasmo nervioso y la convulsión epiléptica ante la mera presencia de una señera. Poco después, y sin solución de continuidad, mano derecha de Macià, revolucionario ejemplar, separatista de firme convicción y generalísimo laureado de la revuelta contra España. En el otro extremo de la tarima, Jaume Compte, el líder de un extraparlamentario Partit Català Proletari. Compte, el maridaje fatal entre la heroicidad y el absurdo, inevitable cuando se camina sobre esa delgada línea que separa lo trágico de lo grotesco. Con la batalla perdida y los cincuenta mil máuseres del Ejército catalán rendidos ya ante trescientos soldados de reemplazo, abochornado por la indignidad de sus escamots y enronquecido de gritarles "¡cobardes!", de pronto exclama: "¡Ahora veréis cómo muere un catalán!".
Luego, se dirige solo a un balcón situado justo enfrente a las baterías de artillería de Batet, y allí se inmola con el pecho horadado por una descarga.
En el centro de la escena e iluminado por todos los focos, Dencàs, consejero de Gobernación de la Generalitat. El independentista feroz que prometiera aplastar con la fuerza hercúlea de su puño al opresor castellano. El Atila que rasgara con una cuchilla de afeitar todos los escudos de la República grabados en los escaños del Congreso correspondientes a la Esquerra. El mismo hombrín que, tras sonar las primeras descargas en la Plaza de San Jaime, corre despavorido a Radio Barcelona para gritar un "¡Viva España!" que la cohorte de orates que lo escolta corea estruendosamente entre aplausos. La sombra grotesca que, más tarde, tras huir por las cloacas, "al salir de la alcantarilla cayó en el arroyo de aguas residuales y fue arrastrado entre los detritus e inmundicias de la ciudad, de donde fue sacado con la natural repugnancia por sus compañeros de fuga", según reporta Angulo. El estómago atiborrado que aún no había tenido tiempo de digerir los restos de la gran bacanal de la secesión concelebrada horas antes. Pues, según testimonia admirado el autor del libro que nos ocupa, "apenas oyeron por la radio el discurso subversivo de Companys lo festejaron con un suculento banquete (…) Hubo champaña, café, buenos cigarros, licores de todas clases (…) Las botellas de cognac, anís, Chartreuse, Pipermint, etc., no aparecían descorchadas, sino rotas por el cuello al estilo de lo que se hace en las películas de apaches, sin consideración del líquido que se desperdicia".

Al fondo, como espectadora muda, la enorme masa sindical encuadrada en la CNT, gran retablo coral de la impotencia crónica del catalanismo político para arraigar entre la clase obrera. Y entre la penumbra de las bambalinas, las muchas sombras que ni el reporterismo a pie de barricada de Angulo ni más tarde el escrutinio sosegado de los historiadores pudieron esclarecer: el móvil que empujaría a Companys a encabezar una aventura loca en la que nunca creyó; la causa de que el propio Companys llegase a confiar en la deslealtad del general Batet hacia el Gobierno de la República en aquel trance; el ignoto papel en la confección del libreto de Azaña, figurante de lujo durante la noche del estreno… Testimonio de lectura obligatoria e inexcusable, estas Diez horas de Estat Catalá de Enrique de Angulo, el que fuera corresponsal de El Debate en Barcelona. Imprescindible para conocer el primer acto de una obra inconclusa que tantos personajes en busca de autor pugnan por culminar hoy.



Enrique de Angulo, Diez horas de Estat Catalá, Madrid, Encuentro, 2005, 219 páginas.
'Diez horas de Estat Catalá', de Enrique de Angulo
29.11.05 | 18:04. Archivado en Novedades
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El presente libro narra, con todo detalle y precisión, los trágicos momentos que se registraron en Barcelona y en otras ciudades de Cataluña, la noche- madrugada del 6 al 7 de octubre de 1934, vividos por Enrique de Angulo en las propias trincheras del “teatro de operaciones” a fin de transmitirlo de forma directa a los lectores de El Debate. El libro fue publicado en el mismo año de 1934, lo que indica que se trata de un reportaje de urgencia que sólo podía escribir, de manera tan minuciosa, un testigo ocular directísimo de tales acontecimientos. El reportaje cobra en estos momentos una gran actualidad, ya que demuestra que las tensiones centrífugas que se plantean ahora desde Cataluña al resto de España son las mismas, exactamente las mismas y a veces con las mismas palabras, que estuvieron en el origen y desarrollo de la rebelión separatista de octubre del 34. (del Prólogo)

El Autor
Enrique de Angulo (1895-1975), licenciado en Derecho, fue cronista y corresponsal en Barcelona de El Debate, periódico fundado por Ángel Herrera Oria, durante la II República y la Guerra Civil. Tras la guerra, asumió por un breve periodo la dirección de El noticiero Universal, hasta que fue obligado a dimitir. Este hecho le cerró las puertas de los diarios durante unos años, hasta que se incorporó a la redacción de Ya en 1942. De 1949 a 1952 se traslada a Washington como agregado de prensa de la diplomacia española en Estados Unidos. Cesado, vuelve a España y se reincorpora a Ya como redactor internacional.

Citas
“Desde hace cuarenta años se ha venido incubando el movimiento secesionista, que culminó en la noche trágica del 6 de octubre de 1934. No es la Esquerra Catalana la principal responsable del mismo, sin que al sentar tal afirmación queramos exculparla en modo alguno. No lo son los infelices obcecados por las propagandas nacionalistas, que sinceramente y de buena fe odian a España por considerala explotadora de la que creen su Patria única, Cataluña.”

“Y asi, merced a esa labor persistente y tenaz se rompió el sentimiento de solidaridad entre Cataluña y el resto de los españoles. Es de justicia, empero, hacer constar que la Lliga no es separatista Comprende que Cataluña no puede estar separada de España. Pero, cuando se ha sentado la premisa de Cataluña nación, no es de extrañar que las masas que han respirado tales enseñanzas no se detengan en sutiles distingos entre nacionalismo y separatismo y tiendan a hacer que la Nación Catalana y el Estat Catalá sean una realidad.”

“Si es desolador el balance de hechos que antecede, más triste es todavía considerar que todo ello no hubiera podido verificarse sin la anuencia y el apoyo de los Gobiernos de Madrid. Durante el Gobierno Azaña, estuvo éste vendido constantemente a los 50 votos de la Esquerra, imprescindibles para un quorum parlamentario que le permitía disponer del Poder a fuerza de concesiones humillantes. Desde el primer momento emprendió la Esquerra su campaña antiespañola.”

El día que Companys proclamó el 'estat català'
Escoltado por la milicia armada de ERC, desde el balcón de la Generalidad el 'president' echaba un pulso a la II República y quebrantaba la Constitución

 Companys (dcha.) , en octubre-noviembre de 1936, junto al cónsul de... Companys (dcha.) , en octubre-noviembre de 1936, junto al cónsul de la URSS en Barcelona, Antonov-Ovséyenko.
ROBERTO VILLA GARCÍA Actualizado: 06/10/2014 18:28 horas
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El 6 de octubre de 1934, minutos después de las ocho de la tarde, el presidente Luis Companys compareció en el balcón del Palacio de la Generalidad, frente a la plaza de San Jaime. Allí se apiñaba una muchedumbre ruidosa, que prorrumpía en diversos vítores y entonaba estrofas de Els Segadors y otros himnos. Era una variopinta representación de los afiliados a distintos partidos de la izquierda catalanista, más los inevitables escamots, la naciente milicia armada de ERC. Estos últimos se habían hecho notar en las calles de Barcelona las horas previas, blandiendo los rifles y pistolas suministrados por orden del Consejero de Gobernación, el exaltado independentista Josep Dencás.

Los vítores se acallaron. En un enérgico catalán, Companys hizo saber que «las fuerzas monarquizantes y fascistas» habían «asaltado el poder», y que la República se encontraba «en gravísimo peligro». Anunciaba, además, que «las fuerzas auténticas republicanas de España y los sectores socialistas avanzados» se habían alzado en armas «contra la audaz tentativa fascista», y que la Generalidad de Cataluña no podía permanecer al margen. Por ello, proclamaba el Estat Catalá dentro de la «República federal española» e invitaba a los dirigentes de la lucha antifascista a que formaran en Barcelona el «Gobierno Provisional» de esa República. Companys asociaba así la Generalidad a la huelga general revolucionaria que las Alianzas Obreras -constituidas por el PSOE, el Partido Comunista y, en algunas provincias, también por los anarquistas de la CNT- habían declarado en toda España, y que suponía, más que un paro laboral, una insurrección en toda regla. Aparte, el president quebrantaba la Constitución de 1931 al proclamar un Estado catalán integrado en una República federal inexistente, y al incitar a la formación de un gobierno rebelde bajo el amparo de la Generalidad.
El detonante, ese «asalto fascista al poder» del que hablaba Companys, fue la constitución, dos días antes y conforme a la legalidad, de un gobierno encabezado por el líder del Partido Republicano Radical, el centrista Alejandro Lerroux, que incluía tres ministros de la derecha católica, la CEDA. Ciertamente, tras vencer en las elecciones generales de 1933, la CEDA era el grupo más numeroso de la Cámara y el eje principal, junto al Partido Radical, de la coalición de centroderecha. En buena lógica parlamentaria, constituía una anormalidad su exclusión del Gobierno. El apelativo de fascista con que le motejaban los socialistas y una parte de la izquierda republicana, no se basaba en ninguna acción de la CEDA contra la República, ni ideológicamente podía equipararse al catolicismo político español con los movimientos nazi-fascistas. A falta de un fascismo potente en España, esos sectores de izquierda utilizaban el concepto para descalificar a todos los partidos conservadores, sin distinción de matices, y hasta incluían en el catálogo de fascistas a formaciones liberal-demócratas como el Partido Radical o el Agrario.
Con todo, la proclamación del Estat Catalá tenía causas específicamente regionales. Desde el triunfo del centro-derecha, los sectores más nacionalistas de ERC, formación que gobernaba la Generalidad desde 1931, habían procurado tensar la cuerda. En este contexto, el parlamento de Cataluña aprobó en marzo de 1934 su particular reforma agraria. Era la ley de Contratos de Cultivo, que habilitaba mecanismos para transferir a los rabassaires, arrendatarios de tierras de viñedo y agrupados en un poderoso sindicato asociado a ERC, la propiedad de una parte de las tierras que cultivaban.
Los propietarios perjudicados, defendidos por la Lliga, la derecha catalanista, promovieron la interposición de un recurso de inconstitucionalidad. El Tribunal Constitucional anuló por mayoría la ley, que invadía competencias propias de las Cortes generales. Pero, en claro desafío a la sentencia, ERC volvió a aprobar una ley idéntica en el parlamento regional. Pese a que se abrieron negociaciones reservadas entre Companys y el entonces presidente del Gobierno, el centrista Ricardo Samper, este asunto suscitó una fuerte efervescencia nacionalista en Cataluña, una radical división entre los partidarios de la Generalidad y los del Gobierno de la República, y varios sucesos violentos promovidos por los primeros, entre los que destacó el asalto de la Audiencia Provincial de Barcelona por los escamots.
Este episodio deterioró la relación institucional entre los poderes central y regional, hasta el punto que Companys se decidió a nombrar a Dencás como consejero de Gobernación en septiembre de 1934, con el objetivo de preparar la sublevación.

Esta constituyó un fiasco. Tras la proclamación del Estat Catalá, el general de la IV División, Domingo Batet, que actuaba de acuerdo con Lerroux, desplegó unidades del Ejército por la ciudad. Los soldados fueron tiroteados por los escamots y otros afiliados a las organizaciones nacionalistas, que se habían hecho fuertes en varios edificios oficiales y sedes políticas y sindicales. Contra las previsiones de Dencás, en poco influyó que la Generalidad tuviese las competencias de orden público, pues la Guardia Civil y la de Asalto se decantaron por la legalidad constitucional. Sólo los Mozos de Escuadra que guarnecían el Palacio de la Generalidad dispararon contra los soldados. Después de 10 horas de lucha, Companys se rindió y fue detenido junto con sus consejeros. Con un tacto reconocido por los vencidos, Batet logró sofocar la sublevación minimizando la violencia. Con todo, el saldo fue de medio centenar de muertos y más del doble de heridos graves, entre ambas partes. Hubo también víctimas en otras capitales y municipios importantes de la región, donde también había prendido la rebelión.

Companys fue sustituido al frente de la Generalidad por el coronel Jiménez Arenas, nombrado por Batet y que se mantuvo en el cargo las semanas que duró la ley marcial. Tras el levantamiento quedaba desmantelar la infraestructura de los sublevados -sobre todo decomisar el armamento- y detener a los huidos, como Dencás y sus subalternos. Se suscitó, en este periodo, un intenso debate político en que se planteó la derogación del régimen autonómico, utilizado con evidente deslealtad por ERC y sus aliados.

Sin embargo, el Gobierno de Lerroux actuó con notable moderación y se negó a ello. Quedaba el problema de cómo llenar el vacío institucional, pues para restaurar el Gobierno de la Generalidad no podía contarse con el parlamento regional, controlado por ERC, y cuyo presidente, Joan Casanovas, se había solidarizado con los rebeldes.
Para resolverlo, las Cortes habilitaron, en enero de 1935, un régimen transitorio. Al tiempo que se suspendían las facultades de la Cámara catalana, el gobierno de la República nombró un Gobernador General que asumiría las funciones del presidente de la Generalidad, y al que auxiliaría un Consejo Ejecutivo -un gobierno regional- formado por representantes de los partidos catalanes contrarios a la sublevación. Para el cargo se eligió a un político independiente y conciliador, Manuel Portela.
Además, las Cortes revisaron durante tres meses el Estatuto, para valorar qué competencias continuaría ejerciendo la Generalidad y cuáles revertirían al Gobierno central, caso del orden público. A partir de entonces, el Gobierno de la República devolvió paulatinamente competencias a la Generalidad. El proceso se vería interrumpido por el triunfo electoral del Frente Popular de izquierdas en febrero de 1936. Companys sería amnistiado por el gobierno de Azaña y repuesto al frente de la Generalidad. El régimen autonómico recuperaba, así, su estatus anterior a la insurrección.

Roberto Villa García es profesor de Historia Política de la Universidad Rey Juan Carlos.
Enrique de Angulo: Diez hora de Estat Català
Barricadas en las calles de Barcelona el 6 de octubre
El autor fue un periodista de El Debate, diario de Acció Popular, partido que acabó integrado en la CEDA. Después fue periodista del Ya. Vivió en directo los sucesos del 6 de octubre, por lo que los narra con todo detalle, pero su patriotismo español y su anticatalanismo hacen que sus opiniones sean muy poco neutrales. Su miopía españolista le lleva al extremo de referise al músico “Pablo Casales”. El libro se editó el mismo 1934, y lo reeditó en 2005 la Editorial Encuentro, de corte conservador y católico, y sus prólogos son igualmente muy partidistas. Defienden, por ejemplo, que en Catalunya hay actualmente una dictadura cultural y política.

Los antecedentes
Para Angulo, la causa de la rebelión secesionista de 1934 (a la que llama guerra civil) está en el expansionismo barcelonés, la crisis del 29, los masones, los bolcheviques, Azaña y la Lliga (principal instigadora del sentimiento catalán). Jua, jua. Según Angulo, al nacionalismo catalán lo impulsan sólo las élites de una Barcelona imperialista y centralista (frente a una Catalunya que la detesta), con el objetivo de expandirse a todos los Països Catalans e incluso a las posesiones que tuvo en la época de los almogávares. Angulo incluso avisa de planes secretos para conquistar España, jua, jua.

Angulo sostiene que las elecciones municipales de 1931 las ganaron los monárquicos de calle. Es cierto que ganaron en general en España, pero en las capitales de provincia y en los principales pueblos ganaron los republicanos de goleada, consiguiendo 40 de las 50 capitales. Además, la victoria monárquica en el campo español tenía menos valor por el ancestral caciquismo. Eso sí, las masas republicanas salieron a la calle para forzar el cambio de régimen, lo cual para Angulo supuso un golpe de estado similar al que dió Miguel Primo de Rivera en 1923. Para Aznar, “España se acostó monárquica y se levantó republicana”.

Macià proclamó el 14 de abril de 1931 la República Catalana dentro de la Federación Española, pero al final se conformó con la Generalitat. Según Angulo, el Estado no debía haber traspasado el Orden Público a la Generalitat, porque eso permitió entrar a muchos miembros de Estat Català en las fuerzas públicas catalanas, donde mandaba Miquel Badia. Pérez Farràs se ocupó de los Mossos de Esquadra.

La causa determinante de la rebelión fue la anulación el 8 de junio del 34, por parte del Tribunal de Garantías Constitucionales, de la Ley de Contratos de Cultivo aprobada por el Parlament Català. La Generalitat empezó a prepararse desarmando al Somatén y a particulares, consiguiendo 80.000 armas, muchas de las cuales cayeron en manos de los rabassaires.

Pero la causa desencadenante de la revuelta fue la entrada de 3 ministros de la CEDA en el Gobierno de Lerroux, teniendo en cuenta que Gil Robles, líder de la CEDA, hacía proclamas totalitarias y antidemocráticas en un contexto en el que el fascismo estaba triunfando en Italia, Alemania y Austria.

Se proclama el Estat Català
El 5 de octubre se declara la Huelga General. Los escamots de Estat Català, dirigidos por Dencás, hacen de piquetes. Los Guardias de Asalto también apoyan el movimiento. Se crea la Alianza Obrera (PSOE, UGT, BOC, PCE) para apoyar la huelga. La CNT, en cambio, no se suma a la revuelta (Angulo nunca se refiere a la CNT, sólo a la más radical FAI).

A la 1 pm del día 6, Estat Català se subleva sin el conocimiento previo de Companys. En el CADCI, los centros de ERC y los edificios oficiales, empiezan a crear arsenales de armas.
Se esperaba que la Huelga General Revolucionaria triunfara en toda España (al final sólo tuvo gran fuerza en Asturias) y que el general Batet no tomara partido. A las 6pm hubo una manifestación de la Alianza Obrera, y a las 8pm, muy presionado, Companys salió al balcón de la Generalitat proclamando el Estat Català dentro de la República Federal Española, según la fórmula de Azaña, que por esas fechas estaba en Barcelona.

Primeras escaramuzas
Las calles estaban tomadas por las patrullas de Estat Català, que sin embargo no acudían a donde se libraba realmente la batalla: la Generalitat, la Rambla y Gobernación. Así, por ejemplo, el cuartel general de Badia estaba en el café Novedades, pero no se acercaron a donde se estaba luchando. Los centros de Esquerra y los Casals de Estat Català tampoco intervinieron en la lucha. La radio fue la gran herramienta de propaganda del conseller de Governació, Dencàs.

Companys pidió enseguida apoyo al General Batet , pero éste le pidió una hora para pensarlo, cuando en realidad tenía claro que iba a sofocar la revuelta. Batet sabía desde hace días lo que iba a pasar, y estaba preparado. Así, sobre las 10 pm, desde el Cuartel de Atarazanas, se acercan a la Plaza de la República (hoy Plaza de Sant Jaume) la infantería, ametralladoras y artilleros del Ejército Español. Desde la Generalitat, el Ayuntamiento y los terrados de la plaza, los escamots dispararon contra las tropas españolas, pero acaban siendo desalojados. Angulo acusa a los rebeldes de disparar con balas dum-dum (explosivas).

El Ayuntamiento recibió la peor parte, fue más bombardeado que la Generalitat. El CADCI (Centre Autonomista de Depenents del Comerç i la Indùstria, de ideología comunista e independentista), en la Rambla Santa Mónica, sí resistió, y consiguió frenar un tiempo el avance de las tropas españolas. Las bombas hicieron esconderse en las estancias internas a los miembros del CADCI. El dirigente Jaime Compte murió en el combate, siendo el único héroe de la revuelta. Desde la Comandancia de Somatenes, los socialistas también dispararon al Ejército.

La Resistencia no resiste
Companys esperaba que llegarían refuerzos de escamots y rabassaires de toda Catalunya, pero nunca llegaron. Sobre todo, fue decepcionante la falta de actividad de los rabassaires. En algunos pueblos, la FAI aprovechó la revuelta para hacerse con el poder, hubo desórdenes y se acabó matando a algún cura.
La artillería empezó a lanzar bombas sobre la Generalitat y Companys capituló a las 6 de la tarde.
En la Consejería de Gobernación (al lado de la actual Estación de Francia) estaban Dencàs, Badia, Guarner y Pérez Salas. Finalmente, los lideres de Estat Català cogieron todo el dinero que pudieron y huyeron por un pasadizo que enlazaba con el alcantarillado. Se dice que Dencàs, consejero de Gobernación, llegó a caer en las aguas residuales. Los escamots armados esperaban evitar la salida de los soldados de los cuarteles, pero no lo consiguieron. Poco a poco, en pequeños grupos, fueron abandonando también la Consejería.
Según Angulo, los escamots eran muchos, bien armados pero muy cobardes y se rendían llorando antes los pocos pero valerosos soldados españoles. Yo, en cambio, me aventuro a decir que las tropas españolas ganaron gracias a la artillería y a su mayor preparación, mientras que los separatistas sólo manejaban armas ligeras, y aparte de desfilar de vez en cuando, no tenían experiencia militar.

El final de la revuelta
Batet trató muy bien a los vencidos, y en todo momento intentó causar el menor daño posible durante la revuelta. Al mediodía del día 7, el Gobierno catalán fue recluido en el barco/cárcel Uruguay. Hubieron un total de 3000 detenidos. Durante el resto del día hubo todavía algunos tiroteos.
Una de las primeras acciones post revuelta fue la depuración de la policía para eliminar los escamots.
Los últimos comentarios del libro son de matiza ideológicos.En contra de lo que se piensa, Franco apoyó a Catalunya: la Seat, la Zona Franca, el complejo industrial de Tarragona… La única patria es la española. Hay que españolizar Catalunya. Mejor que la autonomía sería la autonomía municipal y comarcal que pedía Antonio Maura. Para Pío Moa el origen de la guerra civil está en la revuelta de octubre de 1934, que intentó rehabilitar el Frente Popular, que se mostró más claramente desde febrero del 36.


Dentro de tres días se cumplirán ochenta años de una fecha maldita para los catalanes. El 6 de octubre de 1934 fue la última vez que un gobierno catalán declaró unilateralmente la independencia. Lo hizo Lluis Companys al proclamar ese día el Estat Catalá, pero el general Batet, a las órdenes del entonces jefe del Gobierno de la República, Alejandro Lerroux, sofocó militarmente la sublevación. La independencia duró solo 10 horas.
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LLuís Companys Jover (1882-1940)
Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero la sustancia sigue siendo la misma: entonces, al igual que hoy, el conflicto se precipitó cuando el Constitucional suprimió decisiones del parlamento catalán, dentro de un ambiente de discordia en el que los catalanes acusaban al gobierno de España, como ahora, de centralismo y de no dar a Cataluña el trato que merece por sus aportaciones económicas al Estado.
El grito "España nos roba" es tan viejo como el deseo de la burguesía catalana de controlar con plenitud las leyes y el gobierno de Cataluña para poder extraer mas "jugo" a su potencia industrial y comercial, una riqueza que ellos olvidan que se ha forjado con inversiones y plusvalías que procedían en gran medida del resto de España.

El 6 de octubre, por su fracaso rotundo, es un tema casi tabú en Cataluña.
Artur Mas parece mas sensato y prudente que su antecesor Luis Companys, de Esquerra Republicana. No parece probable que llegue tan lejos saltándose la legalidad, ni provocando situaciones tan humillantes como aquel indulto concedido al rebelde derrotado por el jefe del Estado, Niceto Alcalá-Zamora. El general Franco, al ordenar su fusilamiento en 1940, convirtió en un mártir del catalanismo al derrotado Companys.

Pero Mas está jugando con fuego y está provocando situaciones muy graves, sobre todo dos: la división y el odio. Se dice que los catalanes pasan con facilidad “del seny a la rauxa”, de la cordura al arrebato, de una elegante serenidad a liarse la manta a la cabeza. Muchos catalanes se encuentran hoy en la rauxa y se dirigen, obcecados, hacia una separación que conlleva enfrentamiento y, probablemente, una profunda ruina económica, ya que cientos de empresas abandonarán Cataluña y se radicarán en España, aunque sea solo para poder vender sin aranceles y para seguir disfrutando de las ventajas de la Unión Europea.

El aniversario del 6 de octubre quizás sea un buen momento para la reflexión y para evitar dramas que, aunque parezcan lejanos e inverosímiles, están ahi, a la vuelta de la esquina, productos de la estúpida sustitución del seny por la rauxa.

Muchos españoles agradecerían a sus compatriotas catalanes que emplearan su energía no tanto en "romper" España como en cambiarla para que sea mas decente y justa, contribuyendo a cambiar la impresentable dictadura actual de los partidos, sin ciudadanos y sin democracia, por un sistema donde existieran poderes independientes, una justicia eficaz y unos partidos y políticos sometidos a controles democráticos, alejados de la corrupción y del abuso de poder y que recuperen valores imprescindibles que han perdido en su sucia orgía de poder: la verdad, el respeto al ciudadano y la ejemplaridad. Puede que de ese modo consigan antes sus objetivos de prosperidad y justicia.

El eterno lamento catalán. Hace 80 años, Cataluña fue independiente diez horas
Dentro de tres días se cumplirán ochenta años de una fecha maldita para los catalanes. El 6 de octubre de 1934 fue la última vez que un gobierno catalán declaró unilateralmente la independencia. Lo hizo Lluis Companys al proclamar ese día el Estat Catalá, pero el general Batet, a las órdenes del entonces jefe del Gobierno de la República, Alejandro Lerroux, sofocó militarmente la sublevación. La independencia duró solo 10 horas.
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LLuís Companys Jover (1882-1940)
Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero la sustancia sigue siendo la misma: entonces, al igual que hoy, el conflicto se precipitó cuando el Constitucional suprimió decisiones del parlamento catalán, dentro de un ambiente de discordia en el que los catalanes acusaban al gobierno de España, como ahora, de centralismo y de no dar a Cataluña el trato que merece por sus aportaciones económicas al Estado.
El grito "España nos roba" es tan viejo como el deseo de la burguesía catalana de controlar con plenitud las leyes y el gobierno de Cataluña para poder extraer mas "jugo" a su potencia industrial y comercial, una riqueza que ellos olvidan que se ha forjado con inversiones y plusvalías que procedían en gran medida del resto de España.

El 6 de octubre, por su fracaso rotundo, es un tema casi tabú en Cataluña.
Artur Mas parece mas sensato y prudente que su antecesor Luis Companys, de Esquerra Republicana. No parece probable que llegue tan lejos saltándose la legalidad, ni provocando situaciones tan humillantes como aquel indulto concedido al rebelde derrotado por el jefe del Estado, Niceto Alcalá-Zamora. El general Franco, al ordenar su fusilamiento en 1940, convirtió en un mártir del catalanismo al derrotado Companys.

Pero Mas está jugando con fuego y está provocando situaciones muy graves, sobre todo dos: la división y el odio. Se dice que los catalanes pasan con facilidad “del seny a la rauxa”, de la cordura al arrebato, de una elegante serenidad a liarse la manta a la cabeza. Muchos catalanes se encuentran hoy en la rauxa y se dirigen, obcecados, hacia una separación que conlleva enfrentamiento y, probablemente, una profunda ruina económica, ya que cientos de empresas abandonarán Cataluña y se radicarán en España, aunque sea solo para poder vender sin aranceles y para seguir disfrutando de las ventajas de la Unión Europea.

El aniversario del 6 de octubre quizás sea un buen momento para la reflexión y para evitar dramas que, aunque parezcan lejanos e inverosímiles, están ahi, a la vuelta de la esquina, productos de la estúpida sustitución del seny por la rauxa.

Muchos españoles agradecerían a sus compatriotas catalanes que emplearan su energía no tanto en "romper" España como en cambiarla para que sea mas decente y justa, contribuyendo a cambiar la impresentable dictadura actual de los partidos, sin ciudadanos y sin democracia, por un sistema donde existieran poderes independientes, una justicia eficaz y unos partidos y políticos sometidos a controles democráticos, alejados de la corrupción y del abuso de poder y que recuperen valores imprescindibles que han perdido en su sucia orgía de poder: la verdad, el respeto al ciudadano y la ejemplaridad. Puede que de ese modo consigan antes sus objetivos de prosperidad y justicia.

Viernes, 3 de Octubre 2014
Artículo leído 1094 veces
1.Publicado por vanlop el 03/10/2014 08:13
La gente suele escribir la Historia según le conviene y no cabe duda que la historia que le cuentan a los catalanes está hecha a conveniencia de los que mandan.
Por eso no se menciona el 6 de octubre ni se menciona los asesinatos cometidos por el Sr Companys, que se pueden camuflar como cosas de la guerra, pero hay uno que fue por un asunto de faldas, porque el Sr Companys se beneficiaba a una señora, de nombre Carmen. Por algún sitio tengo la historia, si a alguien le interesa, la pongo.
Antes no respetaron la legalidad, que siempre es a gusto del delincuente. Ahora veremos. Lo cierto es que de unos doscientos años a esta parte, todos los procesos separatistas han llevado a la independencia, de modo que este no tiene por qué ser distinto y si no sale ahora, saldrá más tarde y sobre todo si cuenta con la inestimable colaboración del gobierno.

2.Publicado por vanlop el 03/10/2014 12:13
Continuo porque tuve que dejarlo.
La cuestión de los separatismos es que juegan con ventaja. Si nos fijamos en el de Escocia o el que pretende Artur I, se da el voto a los mayores de 16 años y en el caso catalán, a los extranjeros, que dado que en su mayoría son musulmanes van a votar la secesión con la feliz idea de montar el califato. Y con todo no tiene la consulta ganada.
Como digo, desde el punto de vista democrático es tramposa, pero la democracia no puede servir de coartada a una reivindicación que no quiere la mayoría. Si bien es cierto que los separatistas tienen la mayoría del parlamento, también es cierto que la abstención es considerable y en un asunto de tanta trascendencia no se puede ignorar la abstención.
Una cosa es formar un gobierno que no es cosa de perseguir a la gente para que vote y al fin y al cabo los gobiernos se terminan soportando y otra cosa convertir en extranjeros a una parte de los habitantes.
El referendum escocés salió bien, en el sentido que todo seguirá igual, aunque todo tendrá que cambiar, pero si hubiera sido al revés, menos de la mitad de la población y además con electores de 16 años, habrían convertido en extranjeros a la mayoría de la población. Eso ni es democrático ni es decente.
Estos refrendos deberían producirse cuando una mayoría del censo vote a opciones separatistas y debería necesitarse un porcentaje alto del censo, no de los votos y por supuesto la consulta en todo el país. ¿Acasdo los ingleses o los galeses no tenían derecho a opinar sobre Escocia?
Ningún político ha hablado de esto. Debo pensar que dado que son cosas elementales, los políticos están conformes en la separación, donde creo que ya no están muy de acuerdo es en quién va a pasar a la Historia como el que rompió España.
Otro hecho significativo es que no se permite a los que se sienten españoles, expresarse. No se obliga a cumplir las leyes, se permite que gasten dinero que les da el gobierno en tonterías separatistas, etc, Ya me dirán si no son los gobiernos los promotores.
Lo que me molestaría es que hubiera una guerra de mentira, en donde murieran un ciertonúmero de militares para dar un toque heroico a la separación. Que esto se ha dado muchas veces, incluso en el caso hispanpamericano.
Y repito lo de siempre. De no ser por una parte importante del censo que se sienten 3.Publicado por Josesmegol el 03/10/2014 14:02
En eso estoy contigo y creo que muchos también Vanlop. Siempre podríamos dividir Cataluña en dos, una que siga siendo española con todos los que amas a España (muchísimos) y la otra mitad para que los separatistas monten su cortijo de 2 m cuadrados y estado diferente fuera de la UE. Todos contentos al 100% y que ni se les ocurra decir que Cataluña es indivisible porque entonces ya si que me he perdido.
" El grito "España nos roba" es tan viejo como el deseo de la burguesía catalana de controlar con plenitud las leyes y el gobierno de Cataluña para poder extraer mas "jugo" a su potencia industrial y comercial "

Que el resto del pais deje de comprar a Cataluña, a ver cuánto dura su " potencia industrial y comercial ", en buena parte basada en las multinacionales extranjeras afincadas en aquella zona. Dejemos de comprarles, a ver a cuántos de estos dejamos en la calle. Un dato: Cataluña vende más a Murcia, que a Estados Unidos ¿Y esta gente es la que quiere la independencia?

Lo único para lo que la quieren es para que los politicos roben a manos llenas, sin interferencias de Madrid, tan sinverguenzas, ladrones y complices de los politicos catalanes. Las intenciones de esta carroña está clara, lo que es de psiquiatra, en esta supuesta Unión Europeda (de pedo) y en el siglo XXI, es la caterva de cacalanes que se creen a pies puntillas toda la mierda que les han ido metiendo en el cuerpo durante años

La última vez que Cataluña proclamó la independencia
Publicado: 30/09/2014 07:54 CEST Actualizado: 29/11/2014 11:12 CET
El 6 de octubre de 1934, a las ocho de la tarde, el presidente del Gobierno catalán, Lluis Companys, proclama el Estat Catalá desde el balcón principal del palacio de la Generalitat. El presidente del Consejo de Ministros, Alejandro Lerroux, promulga el estado de guerra y el general jefe de la IV Región, Domingo Batet, bombardea el palacio donde está reunido el Gobierno catalán, produciéndose un enfrentamiento con las fuerzas que controla la Generalitat. La resistencia catalana concluye a las seis de la mañana del día 7. La república independiente catalana ha durado diez horas.
Han cambiado muchas cosas desde entonces pero "la cuestión catalana" sigue hoy, en el fondo, aproximadamente como entonces. Entonces, como ahora, el desencadenante del conflicto se debió a la supresión por el Constitucional de decisiones del Parlamento catalán, así como la acusación por parte de la Generalitat de que el Gobierno español había iniciado un proceso de "recentralización". En tiempos de Companys, como hoy, los nacionalistas se quejaban de que Cataluña no obtenía el trato debido a su aportación al presupuesto del Estado.

El ridículo mata
"El 6 de octubre" es un tema casi tabú en Cataluña. Recientemente, Artur Mas confesaba al director de La Vanguardia, Màrius Carol, que había dos cosas que no se podía permitir: saltarse la legalidad o hacer el ridículo. Su antecesor Lluis Companys se saltó la legalidad republicana y, según algunos, como el jefe del Estado, Niceto Alcalá-Zamora, entendieron que hizo el ridículo. Cuando este indulta a todos los condenados a muerte frente al criterio de una buena parte del Gobierno de entonces, justifica su decisión en que el ridículo mata en política y que no quería convertir el ridículo en gloria haciendo fusilar a los implicados. Y Añade: "No quiero volver a Barcelona como Felipe IV o Felipe V". La trágica muerte de Companys ha salvado su memoria del ridículo al ser fusilado por orden de Franco en el castillo de Montlluïc. A los personajes de entonces no les ha cubierto todavía el polvo de la historia. Siguen levantando pasiones.
Sigue vigente la frase pronunciada por José Ortega y Gasset en la célebre controversia que mantuvo con Manuel Azaña en el debate parlamentario sobre el estatuto de Cataluña: "Cataluña - dictaminó el filósofo - es un problema insoluble que España solo puede esperar a conllevarlo". La cuestión más turbadora es que los nacionalistas catalanes asumían y siguen asumiendo la frase de Ortega en sentido inverso: que el problema español no tenía, o no tiene, solución y que solo se puede aspirar a conllevarlo, obteniendo ventajas en el camino.

"Yo me cago en la peseta"
Piensa el autor que Artur Mas es más sensato que Lluis Companys que cuando Lluis Cambó le hizo notar que la independencia de Cataluña sería fatal para la peseta, le replicó: "Yo me cago en la peseta". No parece sensato que el Gobierno catalán o sus apoyos parlamentarios se caguen en el euro y quieran restaurar la peseta aunque, ciertamente, la peseta es una palabra catalana, lo que les ahorra el trabajo de inventarse otra moneda.
Se dice en esta tierra que los catalanes pasan con cierta facilidad "del seny a la rauxa", de la cordura al arrebato, de una elegante serenidad a liarse la manta a la cabeza. Es difícil medir los sentimientos, pero percibo en mis numerosos viajes a Barcelona que la gente se encuentra en la rauxa.
El federalismo ya no es la palabra mágica
Lluis Companys proclama el Estat Catalá "dentro de la República Federal Española", una república inexistente. ¿Se conformarían hoy la Esquerra y Convergencia i Unió por la integración de Cataluña en un Estado federal español?. Parece que no.
Los nacionalistas catalanes piden un Estado propio, la independencia pura y dura, aunque quizás pudieran aceptar una confederación, como la que intentó Francesc Maciá, "El Avi", (El Abuelo) el 14 de octubre de 1931 en la primera proclamación de un Estat Catalá dentro de una imaginaria Confederación Ibérica, una república catalana sin adjetivos.
Se puede observar en ambos episodios independentistas, el de Maciá y el de Companys, por cierto, ambos dirigentes de Esquerra Republicana de Cataluña, y quizás en las escaramuzas actuales, tripuladas por Esquerra y Convergencia y Unión, heredera de la Lliga de Francesc Cambó -o sea, por la izquierda y la derecha nacionalista- lo que entonces no se dio; se puede observar, repito, la coexistencia de un deseo vehemente de independencia embridado por el vértigo de la ruptura del cordón umbili

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